El jueves 15 de marzo de 2012, mi hija paró mi coche en la puerta del local de una asociación con la que colabora, situado en el centro de La Coruña, cerca de la Plaza de Pontevedra, para descargar una serie de material que llevaba. Serían tres o cuatro viajes desde el coche hasta el sótano.
Evidentemente, pudo parar en la puerta porque allí está prohibido aparcar.
Como estamos en crisis, y los ayuntamientos tienen que recaudar todo lo que puedan, o más, un guardia municipal que pasó se apresuró a cubrir la denuncia urgentemente.
Cuando mi hija regresó al coche pilló al guardia sacando el boli. Le explicó lo que estaba haciendo pero no hubo piedad. Eso sí: si pagaba pronto le rebajarían el 30%. "Aquí tiene, con este papelico".
Hasta aquí todo normal, o así.
El viernes 16 de marzo de 2012, sobre las 11 de la mañana, me presenté en el Excelentísimo Ayuntamiento de La Coruña con el papelico de la denuncia.
El guardia del exterior me indicó dónde tenía que ir.
El local es un pasillo largo con ventanillas a la izquierda y bancos a la derecha, arrimados a la pared.
Pasada la puerta de entrada hay un ser humano sentado en una silla, charlando con el funcionario de la ventanilla más cercana.
Paso de largo y oigo a mi espalda:
- ¡Eh! ¿a dónde va?
- A pagar una multa
- Ventanilla 7.
Detrás de la ventanilla 7 hay una funcionaria.
Delante una señora.
Me siento en el banco justo enfrente, pasillo (estrecho) por el medio.
Parece que están acabando su trámite.
La funcionaria le está diciendo que tiene que cubrir un impreso y llevarlo a otro sitio. De repente se anima, y, en un arranque de amabilidad le dice "Espera, que ya te lo cubro yo".
Yo espero tranquilamente.
Cuando acaba y se lo da a la señora, ella, seguro que como agradecimiento, se dispone a contar los detalles del suceso que originó el trámite.
La verdad es que llevaba poco más de 1 minuto de cháchara, pero no te puedes imaginar lo largo que se me hizo a mi. Iba por "... porque, fíjate qué tontería, yo había ido allí para ..." cuando me levanté, me puse delante de ella y le dije:
- Señora, ¿ha terminado ya su papeleo?
No entendí muy bien algo que dijo sobre mi carácter, pero el caso es que se marchó.
Ahora viene lo bueno:
- ¡Hola!, vengo a pagar esta multa.
y le doy el papelico.
- Bueno, a pagar no, porque se paga en otro sitio.
- Pero si en la entrada me han dicho que es aquí.
- No, aquí le hago un papel para que lo lleve a la calle de la Franja. Allí sí puede pagar.
- ¿La puedo pagar por Internet, desde mi casa?
- NOPS.
(Alucino, ¿por qué 2 pasos para pagar?, ... bueno, vale, que lo hagan como quieran: 2 pasos, pero, ¿por qué no en la misma ventanilla?, ¿por qué no en el mismo local? ... 2 locales como a un Km de distancia, dios mío, ¡menos mal que es en el mismo pueblo!)
- ¡Huy! además no se lo puedo hacer, porque esta multa es de ayer y no está metida en el sistema. Ha venido demasiado pronto.
- Es que si la pago pronto me hacen un descuento. Ahí tiene el papelito, métala en el sistema.
Já!
- Mire, tiene que dejar pasar 3 o 4 días, ... mejor venga dentro de una semana, no vaya a ser, ...
(Alucino: hay que esperar a que madure, pero no se sabe exactamente cuándo lo hará. También me da una poca de vergüenza ajena)
- Por cierto, ahora que me fijo: aquí pone Irene. Usted no es Irene, ¿verdad?
- Irene es mi hija, y el coche está a mi nombre.
- Pues tiene que venir ella. A usted no le puedo atender por lo de la protección de datos.
- Pero ¿que protección si traigo yo el papel de la denuncia?
- Ya, pero haría falta una autorización notarial.
Cogí mi papelico y me lo guardé.
Bajé al parking, pagué 2,30 EUR y saqué el coche.
Una hora y media antes creía que iba dejar resuelto el tema de la multa.
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